jueves, julio 26, 2007

La mesa

Dejen de cambiarse de puesto, que no sabré que servirle a cada uno. Claro, si yo se que cada uno tiene su dieta especial, pero confudiéndome así no llegarán a ningún lugar.
La mesa está servida, y está vez es para seis.

domingo, julio 15, 2007

La devaluacion del pasado.

Suele prometerse el mantener intacto aquello que se guarda en la memoria, funcionando ésta con un perfecto hermetismo que nos deja abrir y cerrar sus puertas sin que el contenido se vea afectado. Se suele prometer también que no sólo el contenido se matendrá sin alteración, sino que también el valor de éste. ¿Cuán cierta es esta promesa? Es evidente que con el pasar del tiempo, las prioridades cambian y el valor de las cosas puede llegar hasta a invertirse. ¿Afecta esto también a aquellos recuerdos tan herméticamente guardados? Pude pensar que no, pude confiar en aquel cierre de puertas de la memoria y pude confiar en mantener intacto todo aquello que deseaba (y que no deseaba) guardar. Pero, siempre después de la lluvia podemos ver más claro y nos damos cuenta que, si bien nuestras intenciones pueden ser las de mantener aquellos recuerdos inmaculados, no siempre los dos lados pretenden lo mismo. A veces nos encontramos con que los mismos recuerdos que atesoramos, han sido devaluados y hasta desechados en otro lugar del planeta.

Es injusto, muy injusto, pero ¿qué le vamos a hacer?.

Tal vez sólo abrir mi tan hermética memoria y dejar volar a aquellos recuerdos que yacen desechados en un basurero, allá, al otro lado de la Cordillera.

viernes, julio 06, 2007

El tren se fue.

Y cuando los desconocidos creen ser Pedro, el que anda por su casa, resulta que tropiezan con cada elemento desechado en el piso. Resulta ser tarde para las buenas intenciones, resulta ser tarde para entrar a aquel mundo paralelo que tanto evitaron. Han de reconocer, entonces, que el tren ya pasó y han de resignarse a los recuerdos que quedaron en la mente, a ese tren varado en la línea esperando ser abordado.

martes, julio 03, 2007

Las cuatro paredes

En un principio, una pared
luego fueron dos,
tras eso la tercera,
y, finalmente, la cuarta.

El gato buscó sus cigarros,
el gato buscó un papel.
Se fumó los últimos dos de la cajetilla,
y una pequeña carta,
con excelente caligrafía,
firmó por última vez.

Sus garras afiladas le saludaron,
y atravezaron su suave cuello,
ese cuello que fue acariciado
por una,
por dos,
por tres y
por cuatro paredes.


Gato, gato, gato,
hubieses mirado hacia la izquierda,
había una ventana abierta.