En un principio, una pared
luego fueron dos,
tras eso la tercera,
y, finalmente, la cuarta.
El gato buscó sus cigarros,
el gato buscó un papel.
Se fumó los últimos dos de la cajetilla,
y una pequeña carta,
con excelente caligrafía,
firmó por última vez.
Sus garras afiladas le saludaron,
y atravezaron su suave cuello,
ese cuello que fue acariciado
por una,
por dos,
por tres y
por cuatro paredes.
Gato, gato, gato,
hubieses mirado hacia la izquierda,
había una ventana abierta.
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