miércoles, abril 04, 2007

Es dificil ser Hombre.

... Cayó sobre las piedras del camino y sus rodillas sangraron, manchando el camino y su orgullo. Él había prometido no caer nunca, no ante el superior. Se levantó rápidamente, con sus huesos pasándole la cuenta del esfuerzo de todos esos años, esos años de trabajo, en el que sólo su familia había sabido pagarle de manera justa. Se puso de pie y, con la snagre corriendo silenciosa por sus fuertes piernas, continuó el viaje. Al avanzar, la carretilla parecía aún más pesada: en ella llevaba las infinitas penas que rozaban su piel, la rozaban y la quemaban, la quemaban y la aniquilaban. Una carreta llena de injusticias, látigos que destrozan su honra y que, aún así, elevan sus ideas cansadas de pelear, las elevan en agonía para continuar la lucha. Su voz, ya gastada por el tiempo, suena débil y no tiene el mismo impacto que antes, pero aún así mueve algunas hebras de este enorme campo de cielos. Aunque suene extraño, él quiso terminar así, él quiso conocer el trabajo y la dificultad de vivir. Él quería saber como era estar al final de la fila, en el último estamento, en los desechos de la sociedad.
La sangre secó, y el polvo del camino inhumaba en las heridas, ardiéndole hasta el alma, La carretilla pesaba, pero él debía llegar a la cima, llegar para que aquel que estaba ahí abusara de su cansancio y le pagara con risas e insultos. Tal vez podía ser verdad lo que le dijeron: que el poderoso había llegado a la cima con el mismo esfuerzo que el que hacía él llevando carretillas. Tal vez sí, tal vez no. Ni siquiera Dios lo sabía, ya que mientras sus heridas ardían y su sangre se secaba, no había Dios alguno ni en el Cielo, ni en el baño, ni en la cocina, ni en la cima: no había Dios en el cual creer.

...El aire comenzó a escasear, el mundo le daba vueltas, y su cuerpo transido caía de a poco, sin poder evitarlo. Cayó sobre las piedras, incrustándose algunas en su piel en llamas, y cayendo la carretilla a su lado, esparsiendo las penas, las lágrimas melancólicas del pasado y las injusticias cometidas envueltas en su maldito manto. Cerró sus ojos, y el sudor calmó su ruedo. En sus sueños recorrió su vida, la vida en que sus manos habían labrado una hermosa familia y una pequeña casa con paredes de ilusiones y un techo de humildes sonrisas entrelazadas.

... Desde su niñez, en los cerros junto a su madre, cuando jugaba con lo poco y nada que tenía, jugando con la tierra y conociendo la pobreza y el hambre, desde dentro, desde su alma. Comezó a trabajar desde muy joven, con la ilusión de que algún día podría darle un hogar digno a su madre, quién había dado todo por el bienestar de él y de sus hermanos. Desde un comienzo supo de injusticias y de discriminación, nunca pudo ser tratado como merecía y cómo sus ilusiones habían dictado algún día. Creció viendo las ocultas lágrimas de su madre, que omitían su ruedo para no preocuparlo...ni a él ni a sus hermanos. Pero, como él era el mayor, siempre estuvo consciente del sufrimiento de su madre...

... Sus recuerdos consiguieron elevarlo y trajeron a su cuerpo tendido sobre el camino infinitas sensaciones. Durante su vida, nunca hubo Dios al cual suplicar amparo y ayuda ante la miseria material que lo rodeaba: aquel Dios existente para todos, inclusive para su madre, no existía para él; aquél fuego en el alma que decían sentir los otros, esa fe que "movía montañas" smplemente no estaba. Aprendió a vivir por sí solo e inclusive a ser el Dios de otros, de otros como su madre, la que lo adoraba por sobre todo y dependía de su existencia.

... La sangre había dejado de correr y él comenzó a volver, dejar de lado sus recuerdos y volver a su cuerpo cansado incrustado en el maldito mundo que lo vio crecer, incrustado en esa maldita tierra que él había labrado, pero que no era suya: cada árbol, cada helecho, cada piedra y cada semilla estaba donde estaba y era lo que era por su trabajo, pero, sin embargo, no eran de él: ante la ley, él no era dueño de nada... ante la tierra, él era dueño de todo.
Abrió los ojos y una gran sombra creció ante él...
Una sombra que a la vez se transformaba en una gran luz, una luz que aclaró todo... Una luz que respondió el por qué de la no existencia de ese Dios para él...







Después de todo, él había querido experimentarlo.... Él quiso vivirlo, sentirlo y sufrirlo....







El cansancio le ganó, y halló la muerte en aquel camino que tantas veces había visto sus esmeros y su eterna lucha.
Todo se había acabado, cuando por fin Dios lo reconoció: "Es difícil ser hombre".

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