lunes, mayo 28, 2007

Brisa

Y creías conocer el mar, y efectivamente conocías el mar.
Lo conocías entero, y te cansaste de él.
Te cansaste y no quisiste más, y lo baandonaste sin cuestionarte.

Caminando lejos de él, pensaste en no poder vivir, en vivir y morir ramificada, en resucitar de las cenizas y no volver a soñar. Tras largas horas de un irónico andar, encontraste ese paraíso exótico que no soñaste pero que te hace bien, ese paraíso extrambótico que ofrece frutos diferentes a los que sueñas, futos de extrañísimo sabor. Temiste, temiste volver a nadar, pero la decisión definitiva fue lanzarse y disfrutar de aquello que la vida, sin saber por qué, te entregaba.
Te tiraste al precipicio y un sentimiento de libertad se apoderó de ti, cortaste tus amarras y diste por hecho que el mar había sido olvidado.
Sumida en el suave néctr de tu onírico paraíso, llegan extraños recuerdos de aquel mar que dejaste atrás. Nunca sabrás si es nostalgia o rabia lo que se apodera de ti cuando duermes sobre tus nuevos sueños.
Llega la anhelada brisa marina y, revolviendo tus cabellos, confunde tus sentidos y te muestra todo aquello que viviste y aquello que podrías haber vivido.

¿Recuerdas cuán hondo clavó la espina?
¿Recuerdas cuán enfermizo fue aquel post-parto?
Sí, lo recuerdas muy bien. Y por lo mismo, no podrías regresar a aquellas frías arenas que en algún momento te llevaron lejos. Simplemente, no puedes volver.
Intentas asomarte, y logras ver el mar completamente cambaido, posee otro color y su brisa ya no refresca como antes. Ya no puedes volver, aunque en tu mente haya una pizca de sal ardiente, no puedes volver.




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Il passato

1 comentario:

Jose Luis dijo...

Hay que intentar dilucidar si aquella brisa es solo una reminiscencia del pasado, solo un mero recuerdo que por mucho que guste/duela es solo algo que vive en el pasado, o realmente es una brisa que despierta y aterriza, que permite bajar de lo onírico para ver lo real.
A veces, lo onírico puede ser lo mejor siempre que se esté viviendo el sueño correcto. Volar con las alas equivocadas puede hacer sentir más fuerte el suelo cuando haya que volver, quizas abruptamente.